Playa, cientificismo y Asimov
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Verano es esa época del año en la que cambiamos las aulas, laboratorios y despachos por la playa (o al menos lo intentamos), y los papers por lecturas que no empiecen con “Abstract”. Es un buen momento para dejar de lado artículos o libros técnicos y abrir espacio a reflexiones más amplias: no solo por qué hacemos lo que hacemos, sino también qué implicaciones tiene, si lo estamos haciendo bien, y cómo se inserta todo esto en un contexto más amplio.
Todas las personas que trabajamos en el ámbito de la ciencia y la investigación deberíamos contar con una formación básica en los aspectos epistemológicos y ontológicos de nuestro trabajo. En otras palabras, es fundamental contar con una cultura básica en Filosofía de la Ciencia. Lamentablemente esto no siempre ocurre... Quienes desarrollamos nuestra labor en cualquier rama de la Ciencia, rara vez nos paramos a reflexionar sobre estas cuestiones. En su lugar tratamos de encadenar proyectos, garantizar financiación y publicar árticulos, arrastrados más por la presión de cumplir con indicadores establecidos que por una reflexión sobre el sentido de nuestro trabajo. Esto se debe principalmente a la lógica predominante del publish or perish, donde la productividad se mide en función del número de artículos, proyectos financiados e indicadores cuantificables.
En este sentido, me parece interesante compartir algunas de las reflexiones que plantea Javier Peteiro Cartelle en su libro "El autoritarismo científico":
“...Para obtener buena Ciencia no basta con hacer, desde la planificación política, grandes centros de investigación y poner mucha gente preparada a investigar para obtener un objetivo concreto. Sin embargo eso es lo que habitualmente se persigue: investigación masiva e incremental desde la perspectiva cientificista basada en el enfoque ingenuo de que la Ciencia es algo perfectamente planificable, tratando de hacer rigurosamente científico el propio proceso de creación de la Ciencia, olvidando la necesidad que ese proceso tiene de todo lo propiamente humano, incluyendo de forma muy especial lo que al ser humano le es incosciente: la arrogancia de su fe racionalista le hace olvidar no sólo que la Ciencia nunca alcanzará la omnisciencia, sino que quien la hace, es un ser que en general actúa por motivos que le son incoscientes hasta tal punto que lo que parece contingencia puede ser en muchos casos simplemente el resultado de una búsqueda inconsciente...”
“...En su afán por reconocer a la Ciencia como única referencia, el cientificismo se muestra también crudamente en la forma pretendidamente científica con que se planifica la investigación. Los fondos han de ser adecuadamente administrados y para ello los oportunos comités de expertos analizan proyectos que deben encuadrarse en un plan estratégico con objetivos claramente definidos a corto plazo y enmarcados en un protocolo perfectamente presentado, pero precisamente esa visión centrada en problemas concretos y en escalas de tiempo dadas va en contra de cómo se ha hecho la gran Ciencia, pues al negar la contingencia se cierran muchas posibilidades a la imaginación y a la curiosidad de tal modo que las memorias presentadas para solicitar fondos vienen a ser anticipos de publicaciones próximas con resultados esperados, por lo que el artículo final no es sino la memoria inicial completada con resultados y una discusión esperada de los mismos...”
“...Probablemente el rechazo cientificista del valor de lo azaroso y la creatividad y necesidades inconscientes, en el marco de un reduccionismo centrado en la pregunta a resolver aquí y ahora, orientado a lo inmediato, sea la actitud más anticientífica posible desde el punto de vista metodológico...”
“...Esa perversión de considerar que el único lenguaje verídico es el científico (cientificismo) no sólo ignora los propios límites intrínsecos y prácticos que impiden la omnisciencia científica sino que, por el contrario, alimenta la esperanza en que la Ciencia acabará resolviendo todos los enigmas y la Tecnociencia nos hará la vida más larga y feliz. El cientificismo no es propiamente una ideología sino una fe atea que trata de llenar la falta de creencias con el mito de la Ciencia como único significante. Este mito no surge propiamente del conocimiento científico en sí, sino fundamentalmente del discurso de científicos que atraviesan fronteras con disciplinas humanísticas complejas creyendo que su autoridad en un campo y la reducción simplista del que invaden bastan para explicar cualquier cosa...El míto científico es un mito difuso que se extiende gracias a la falta de crítica tanto de los propios científicos como de intelectuales de otros campos.”
Impulsados por la psicohistoria de Hari Seldon, los líderes de la Primera Fundación promovieron el conocimiento (científico) sagrado, dando lugar a una élite controladora. Asimov nos advertía, y más adelante introdujo elementos que desmontaron esa fe ciega en la ciencia convertida en religión, la cual se desmoronaba ante los límites imprevisibles de la condición humana.
En una época en la que el dogma del cientificismo impulsa movimientos como el transhumanismo, resulta urgente detenerse y recuperar la curiosidad, la ingenuidad y la objetividad que son inherentes a la verdadera Ciencia. Para ello, es fundamental promover desde las aulas una cultura de Filosofía de la Ciencia, que permita reflexionar críticamente sobre los límites y sentido del conocimiento científico.